El hallazgo obedeció a una exploración en línea. El artista Xavier Cardona recuerda que la primera vez que supo de la inteligencia artificial integrada a la creación fue en el 2019 cuando, como quien excava, recorría los hilos interminables de Reddit. En esos años, la comunidad que experimentaba con estas herramientas era escasa. “Todo estaba muy embrionario”, cuenta Cardona. Trabajaba en 3D desde hace más de una década, pero sentía que el medio se le había quedado corto. En la red descubrió grupos incipientes que jugaban con algoritmos rudimentarios como Google Colab. “A pesar de que era un poco precario y aburrido, me obsesioné con todo esto”, dice Cardona, quien, con su hermano Daniel, forman Boldtron, un dúo artístico especializado en 3D, realidad virtual e inteligencia artificial.Que los grandes modelos de lenguaje, o Large Language Models (LLM), se empleen para crear piezas de arte significa para algunos que la tecnología actual ha conquistado conceptos centrales utilizados en la filosofía para definir la naturaleza humana: el logos y la creatividad. Otros, como artistas digitales contemporáneos, ven en ella múltiples posibilidades de creación.Más informaciónPara la artista audiovisual Ana Esteve Reig, utilizar la IA no ha representado un atajo, sino una forma distinta, y a menudo ardua, de producir imágenes. Empezó en el verano de 2023, movida por el interés de generar vídeos. Al principio, las limitaciones eran muchas, cuenta. Los clips duraban poco y los fallos eran frecuentes. Desde entonces, las herramientas han evolucionado y permiten movimientos de cámara, sincronización labial y sonido, pero para esta creadora el proceso sigue siendo tedioso. “Tienes que luchar con la máquina para conseguir lo que quieres”, dice. Los resultados, aunque cada vez son más fluidos, aún exigen una vigilancia constante del artista. “¿Dónde termina la carne y empieza el código?”, pieza hecha con IA por Elena Pérez.Elena Pérez Gómez”IA: Inteligencia artificial”, exposición del CCCB desde octubre de 2023 hasta marzo de 2024.CCCB, 2023 / CC BY-SA-NC Nereis FerrerUna persona en la exposición “IA: Inteligencia artificial”, en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.CCCB, 2023 / CC BY-SA-NC Nereis FerrerRellenar los espacios vacíosEsteve Reig la concibe como una herramienta para rellenar los espacios vacíos: las escenas que no están a su alcance. Afirma que “viajar, estar allí, conocer” sigue siendo esencial y lo que la IA le ofrece es otra forma de pensar la imagen, un territorio intermedio entre lo real y lo virtual. “No es 3D, pero tampoco es real. Es algo a medias”. En su trabajo, donde la identidad y los estereotipos visuales ocupan un lugar central, la IA se convierte también en un campo de crítica. Esteve ha comprobado que los modelos tienden a reproducir sesgos: “Si pides una mujer, te genera siempre un personaje blanco, sexualizado, muy estandarizado. Son huellas de cómo ha sido entrenada”. Frente a eso, ha aprendido a entrenar sus modelos con sus propias referencias.“Existe la creencia de que con un clic lo tienes, y no es así. A no ser que te conformes con lo primero que te da la máquina”. Su trabajo implica horas de prueba, mezcla y edición: “Para un vídeo de cinco minutos, puedo tardar 15 días”. Después, ajusta los fragmentos en un programa de edición, donde corrige errores y vuelve a generar lo que falló. Su exploración es puntual: “Lo uso cuando tiene sentido dentro del proyecto”. La IA, dice, no reemplaza el gesto humano, sino que lo amplifica. “Un pintor no va a dejar de pintar por la IA. El placer de coger el pincel no se sustituye”. Imagen realizada por el dúo Boldtron.BoldtronElena Pérez, la persona detrás del proyecto Remembering Orion, imagina mundos imposibles y teorías perdidas. “Antes pasaba meses tratando de producir algo así”, dice la artista, especializada en diseño digital. “Ahora puedo explorar 20 mundos en una tarde, y ninguno se parece al otro”. Comenta que, aunque conserva rasgos de sus primeras piezas (paletas de color, atmósferas y una mirada entre lo cósmico y lo íntimo), su modo de producir muta según los avances de la tecnología. “Antes trabajaba con prompts [instrucciones que se le da a una IA]. Ahora casi no escribo: le doy referencias visuales, imágenes mías o libres de derechos, y dejo que la IA construya a partir de eso”.Un debate extendidoLas críticas desde el sector no han sido pocas. En 2024, un grupo de asociaciones de autores, artistas y trabajadores culturales españoles presentaron un manifiesto al Gobierno para denunciar el uso de la IA en la creación. Exigían autorización y remuneración por la utilización de sus obras, así como transparencia sobre cómo se emplean sus contenidos para entrenar los modelos. “La postura sigue siendo exactamente la misma”, afirma, un año después, Eva Moraga, abogada y portavoz de las organizaciones firmantes. Las organizaciones alertaban de que los productos compiten de forma desleal con sus obras, desincentivan la creación y ponen en riesgo sus profesiones e ingresos. “Cumplen todos los criterios de competencia desleal: se basan en el trabajo ajeno, lo replican y lo colocan en el mismo mercado”. Pérez, artista formada en Bellas Artes, adopta una posición conciliadora ante esta polémica. “Entiendo a quienes no quieren usarla porque sienten que se pierde la artesanía, pero eso ha pasado con todas las revoluciones tecnológicas. Resistirse es como intentar frenar algo inevitable”. La clave. argumenta, está en usar la herramienta como aliada. “No todo el mundo logra resultados, igual que no todo el que tiene una cámara es fotógrafo. Lo que convierte algo en arte es la dirección, la mirada humana”. “El ritual del respawn”, pieza de Ana Esteve Reig en el que los personajes fueron creados con IA.Ana Esteve Reig¿Imaginamos con las máquinas?Una reciente publicación de la revista Nature recuerda el estudio que realizaron los investigadores Amy Ding, de la Escuela de Negocios Emylon en Lyon, Francia, y Shibo Li, de la Universidad de Indiana en Bloomington, quienes pusieron a prueba una versión de ChatGPT (ChatGPT-4). Los científicos encontraron que todavía tendría dificultades con el pensamiento flexible y creativo hecho por sí solo.Para el teórico finlandés Jussi Parikka, toda imaginación es colectiva. Ninguna idea, ni siquiera la artística, nace en soledad. “¿Y si siempre hemos imaginado con las máquinas?”, plantea. Desde los pinceles hasta los prompts, cada herramienta ha expandido los conceptos. En ese sentido, comenta, no imaginamos en solitario y las máquinas no imaginan por sí mismas, lo hacemos con ellas. Su presencia y compañía, afirma, no está solo en la nube, sino también en lo material. Así como lo explica en Imágenes operativas (Caja Negra, 2025), “la IA está en los centros de datos, en los cables submarinos, en los servidores que se levantan en regiones periféricas. Los datos rematerializan el mundo”, argumenta.Para el ensayista Lluís Nacenta, nos encontramos en un momento fundacional, comparable al nacimiento del cine. “Al principio era solo una tecnología”. Aunque, afirma, todavía no existe un lenguaje artístico articulado, apenas una exploración de lo que podría llegar a ser.Nacenta, que fue comisario de la exposición IA: Inteligencia artificial en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), concuerda con que las herramientas generativas no bastan por sí mismas para producir una obra. “La tecnología no crea arte por su cuenta. Lo hace la cultura, la tradición, el público, el mercado, todo el ecosistema de la creación”. Frente a quienes desconfían, tiene una posición comprensiva. No considera retrógrada la resistencia de algunos artistas. Afirma más bien que, en muchos casos, es una forma de defensa ética. “No se trata de rechazar la tecnología, sino de oponerse a los abusos en su uso”. Una de las salas del CCCB cuando acogió la exposición sobre IA.Gianluca BattistaLa autoría y la herramienta¿Quién firma una obra producida en parte por una máquina entrenada con datos ajenos? Para Nacenta, el problema de la autoría no es nuevo. Lo abordaron antes las vanguardias previas, “el collage, el arte conceptual, la música electrónica y el sampleo”. Para él, la inteligencia artificial no destruye la idea tradicional del autor, sino que la redefine. Según José Luis Ramos, director artístico del centro cultural Matadero, la IA es una extensión del repertorio creativo. Sin embargo, introduce un matiz que considera clave: la transparencia. Para él, el público tiene que saber si una obra ha sido creada o asistida por una IA. “Es fundamental que los espectadores sean conscientes de ello. El arte debe seguir siendo un espacio de libertad, y la inteligencia artificial, si algo puede aportar, tendrá que hacerlo desde ahí”, sustenta.‘Pharmakon’ digitalLa IA no corre el riesgo de quitarle el sentido al acto creativo, según Parikka. Prefiere distinguir entre los usos superficiales y los otros, donde la máquina se convierte en una lente crítica de su tiempo, como el arte desde sus cimientos. En el futuro que augura, dejará de tener sentido hablar de lo artístico y la inteligencia artificial. Será simplemente un tipo de elemento tecnológico integrado en todos los ámbitos creativos. Lo realmente importante será aprender a convivir con su ambivalencia, dice, una especie de “pharmakon digital”, un término griego que hace referencia a un veneno y una cura al mismo tiempo. “La IA es un poco tóxica, pero también puede ser sanadora. Y tendremos que vivir con eso”.

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